Acabamos de cumplir un año y medio desde el inicio de la pandemia. Quizás, como a la gran mayoría de la población, la aparición de la COVID-19 ha cambiado mucho tu vida.
Múltiples encuestas informan un aumento considerable de personas que están pasando por problemas de salud mental. Los principales son estrés, ansiedad y depresión.
Entre los disparadores, no solo está el hecho de la aparición de la pandemia y el peligro que supone para la salud, sino también las decisiones preventivas que se han llevado a cabo afectan en gran medida. Preocupación por la salud, pérdida de un ser querido, incertidumbre sobre el futuro, cambios en las rutinas diarias, una vida social completamente diferente, reducción de la movilidad, en muchos casos un vacío completo tanto a nivel profesional como afectivo, repercusión y preocupación en temas económicos, etc. Además, un exceso de información y rumores por todos los canales que hace imposible desconectar por un momento.
Todo ello lleva a que aumenten las sensaciones y sentimientos de miedo, desconcierto, soledad, estrés, ansiedad, tristeza… Llegando a unos niveles que no estamos acostumbrados ni tenemos herramientas para gestionar.
También se ha percibido un aumento del uso de sustancias como el alcohol y otras drogas en personas que antes no tenían problemas con estas sustancias. Posiblemente, buscando la “liberación” momentánea del malestar (estrés, ansiedad, depresión…) que produce, pensando que era la mejor opción para afrontar esas sensaciones de miedo, estrés, etc. Sin ser consciente de que consumir con esa finalidad no hace sino agravar la situación.
Normalmente, buscamos estrategias de liberación del malestar que sean rápidas y directas, porque en muchas ocasiones son útiles y reconfortantes. En las situaciones que no son tan útiles, ese alivio momentáneo puede parecer la mejor opción, pero a la larga suele ocasionar problemas.
Este tipo de estrategias de evitación del malestar, llegan a ser un problema cuando no somos nosotros quienes actuamos en propia voluntad, sino que son nuestras emociones y sensaciones quienes actúan y quienes toman las riendas de nuestra conducta. Es decir, pueden ser contraproducentes cuando nos volvemos inflexibles ante las sensaciones, buscando la liberación a corto plazo, pero a la larga vamos ocasionando pérdidas o nos hacemos más vulnerables a dicho malestar.
¿Cómo mejorar mi salud mental tras la pandemia?
- Observar y aceptar las emociones: es de lo más normal que esta situación cause reacciones emocionales desagradables. Obsérvala y hazle espacio, las emociones son parte de ti. Luchar para deshacerte de ellas suele tener el efecto contrario.
- Está bien mantenerse informado sobre la COVID-19, pero trata de huir de una sobreexposición a las noticias y de las fuentes menos fiables.
- Buscar apoyo social: tanto dar como recibir apoyo social resulta beneficioso.
- Rutinas saludables: desde la actividad física, actividad mental, horas de sueño, buena alimentación… hasta tener un rato para tu disfrute. Todo ello ayuda a regular tu salud emocional.
- “Desactiva tu mente”: estamos el día entero con la cabeza activa. Pasamos de un pensamiento a otro de forma rapidísima y sin darnos cuenta. Es bueno darle un descanso a tu mente. No se trata de dejarla en “blanco”, sino de estar contigo mismo y con los estímulos del presente que te rodean. Dejando para luego las preocupaciones, el futuro, el pasado… todo lo que no esté ahí contigo en ese momento. Actividades que pueden ayudarte son Mindfulness, relajación…
- Si ves que llevas mucho tiempo intentando reducir el malestar, ansiedad, miedo, depresión, etc. y sientes que no puedes controlarlo, pide ayuda profesional.