Nuestra naturaleza humana nos ha proporcionado la capacidad para sentir emociones, tanto positivas como negativas, esto es algo totalmente natural en nosotros. Nuestro estado de ánimo es cambiante. A veces, determinadas circunstancias nos hacen sentir bien y otras nos proporcionan dolor. Y aunque siempre persigamos sentirnos de forma positiva, no siempre podemos controlar las circunstancias para evitar sentirnos mal.

A todos nos gusta sentirnos bien y escapar de las situaciones desagradables o dolorosas, y no hay ningún problema en ello. Pero hay veces que el sufrimiento es tan intenso que se vuelve incluso limitante. Nos esforzamos tanto para no sentirnos así de mal que la mayor parte del tiempo lo empleamos en evitar el malestar. Al final nos olvidamos de vivir el día a día, de perseguir nuestras metas, objetivos… y nos decimos “hasta que no me sienta bien no puedo realizar mi proyecto”. Vemos como por evitar el sufrimiento nos alejamos más de nuestras metas, consecuentemente el nivel de malestar aumenta y entramos en un círculo vicioso.

Terminamos por gastar toda nuestra energía en intentar controlar situaciones que no están en nuestra mano ¡¡dejando todo lo que nos importa a un lado!! En esta situación es muy importante ponerse en manos de un profesional para poder romper con esa dinámica que limita tu vida y aumenta el malestar progresivamente.