Poca gente puede escapar de la tristeza que puede generar la muerte de un ser querido; la ira o tristeza por la quiebra de un proyecto importante o, simplemente, porque las cosas no salen como uno esperaba.
Pero, en ocasiones, el malestar emocional se mantiene en el tiempo porque no usamos las mejores estrategias para afrontar determinadas situaciones. Sin embargo, lejos de explorar y “cortar de raíz”, vivimos en un sistema médico en el que patologizamos y medicalizamos todo. Es decir, hay casos en los que se considera a la persona con un trastorno psicológico por presentar ciertos síntomas, y se le medica porque ha sentido dolor (de forma natural), ante circunstancias que cualquier persona también sentiría lo mismo. Simplemente porque la persona se ha quedado “enganchada” a esa esa situación y no ha podido hacerlo de otra manera. No se lleva a cabo una exploración sobre cómo la persona se relaciona con el problema, ni qué es lo que está manteniéndolo.
Este tipo de prácticas, además de no estar tratando el verdadero problema, tiene efectos perjudiciales. Centrándonos en los costes de salud -que también los tiene económicos-, por un lado, tenemos los efectos secundarios de la medicación (que en muchos casos, no son pocos) y por otro lado tenemos el peligro que conllevan las “etiquetas” (diagnósticos) innecesarias.
A veces es mejor no ponerle nombre a lo que nos pasa
Que nos pongan una etiqueta hace que de algún modo nos identifiquemos con ello (aunque no queramos pertenecer a ese grupo), y que en muchos casos realicemos conductas acordes a lo que (ahora) pensamos que “somos”. Es decir, es muy posible que tras el diagnóstico o la etiqueta aumentemos los síntomas en consonancia con dicho diagnóstico. Esto es lo que en psicología llamamos “profecía autocumplida”. Una expresión acuñada por Robert K. Merton, un sociólogo que planteó “Si los individuos definen las situaciones como reales, son reales en sus consecuencias.”.
Siguiendo la línea de lo que venimos hablando, a lo que se refiere esta frase es que, si realmente terminas por identificarte como una persona con depresión (o cualquier otro diagnóstico), harás las cosas que hacen las personas que tienen depresión. Seguramente, antes de identificarte también tuvieras conductas depresivas, pero en menor cantidad. La etiqueta también influye en la forma en la que se comportan contigo las personas de tu alrededor.
Otro de los efectos que tienen los diagnósticos innecesarios es la despersonalización de nuestra responsabilidad. Es decir, que todas las conductas se escuden en el problema psicológico bajo frases como “perdón, no puedo evitarlo porque tengo TDAH”, siendo más propenso a obtener una conducta pasiva ante la posibilidad de mejorar con un cambio de estrategias o búsqueda de alternativas.
Conclusión
Llegados a este punto, me gustaría recalcar que este artículo no tiene como finalidad criticar a quien realiza un diagnóstico innecesario. Lo que me gustaría transmitir al lector es que, si estás pasando por una situación difícil, no tengas una actitud pasiva ni te dejes llevar por el diagnóstico. Sino, trata de tomar una actitud activa en la adquisición de nuevas herramientas y estrategias que te hagan tu día a día más sencillo y te permitan volver a disfrutar.
Dicho de forma, y cito textualmente a E. Fonseca (2021), “Los problemas psicológicos […] se deben resolver en el contexto social del aprendizaje y del desarrollo psicológico, así como en el ecosistema natural donde ocurren, lejos de la medicalización […] y la psicopatologización de la vida (Pérez-Álvarez et al., 2003). Las raíces de estos “problemas de la vida”, más que enfermedades cerebrales, se sitúan en la articulación de los contextos interpersonal, evolutivo, social y cultural, así como la experiencia subjetiva de esta interacción.”
Referencia
*Fonseca, E. (2021). Tratamientos Psicológicos Empíricamente Apoyados Para la Infancia y Adolescencia: Estado de la Cuestión. Psicothema, 33, 386–398.
